Alabado sea Dios.
Lo que el creyente debe hacer es ser humilde
en su oración y concentrarse durante ella, porque Dios, exaltado sea,
dijo (interpretación del significado):
“Por
cierto que triunfarán los creyentes. Que observen sus oraciones con
sumisión” (Los Creyentes, 23:1-2).
La concentración y la humildad
durante la oración son algunos de los aspectos más importantes y
la esencia de la oración. Por consiguiente, debemos prestar
atención para enfocarnos con la humildad apropiada durante la
oración y realizarla con tranquilidad y sin prisa, cuando nos postramos
e inclinamos, entre las dos postraciones, luego inclinarnos, y cuando nos
ponemos de pie otra vez.
Si el orante falla en su
concentración y humildad porque está demasiado apresurado,
entonces su oración queda inválida.
Pero si está tranquilo y realiza
su oración sin prisas, aunque a veces su mente divague y se descuide, esto no invalida su
oración. Sin embargo, no tendrá la misma recompensa que cuando su
mente estuvo concentrada y tuvo la debida humildad y atención plena
hacia Dios. Tendrá la recompensa por lo que logró, pero en cuanto
a las partes en las que perdió su concentración, perderá
recompensa también. Por lo tanto, el orante debe concentrarse en su
oración y hacerla sin prisa, con humildad ante Dios, glorificado y
exaltado Sea, para lograr una recompensa completa. Pero su oración no se
invalida por eso, a menos que el creyente la realice de una manera apresurada y
descuidada, como cuando uno se inclina pero no se toma el tiempo para
permanecer en esa posición, y los movimientos, demasiado apresurados, no
reflejan la humildad apropiada. Lo que debe hacerse es moverse con
tranquilidad, adoptando la postura correcta, para que tenga tiempo suficiente
de decir Subhana Rábbi al-‘Adhím (Glorificado sea mi Señor, el
Grandioso) cuando se inclina, de decir Rábbana wa laka al-hámd
(Señor nuestro, a Ti pertenece toda alabanza) cuando se levanta
después de la inclinación, de decir Subhana Rábbi al-A‘la
(Glorificado sea mi Señor, el Altísimo), cuando se postra, y
luego de decir Rábbi ighfir li (Señor, perdóname) entre las
dos postraciones.
Cuando el Profeta (que la paz y las
bendiciones de Dios sean con él) vio a un hombre que no oraba con calma como
debía, le dijo que repitiera su oración: “Reza, porque no lo
has hecho”. Orar de una manera tranquila y sin prisa es uno de los aspectos
más importantes de oración, y esto es lo que se requiere del
orante, al inclinarse y postrarse, entre las dos postraciones y al levantarse
después de la inclinación. Eso en árabe se llama tama’nina, que
significa tener calma y tranquilidad. También es mencionado como
concentración, lo que significa tener un enfoque apropiado y humildad al
rezar.
Entonces, es esencial orar de manera
tranquila y sin prisas, de modo que en cada etapa de la oración tenga
tiempo de realizar con cuidado lo que corresponde. Cuando el creyente se
inclina, debe hacerlo sin prisa de manera que su oración sea lo
más íntegra y completa posible.
Shéij ‘Abd el-‘Azíz ibn Baaz.