Alabado sea Dios
En primer lugar, queremos reafirmar tal como has aprendido
que el mensaje de todos los profetas ha sido el mismo a lo largo de toda la
historia de la humanidad con respecto a la fe y a los objetivos de esa
legislación para el ser humano.
Con respecto a las normas sobre asuntos menores, cada profeta
trajo su legislación y cada mensaje se entregó con sus propias normas
jurídicas, que diferían de un mensajero o profeta a otro, tal como Dios dijo
(traducción del significado):
“A cada nación de vosotros le hemos dado una legislación
propia y una guía” (Al-Má’idah, 5:48).
Se narró que Abu Hurairah (que Allah tenga misericordia de
él) dijo: “El Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean
con él) dijo: “Yo soy el más cercano entre la gente a Jesús, hijo de María,
tanto en este mundo como en el Más Allá. Los profetas somos como medio
hermanos, nuestras madres son diferentes pero nuestra religión es una sola”.
Narrado por Muslim en su obra Sahih, No. 3443.
Al-Háfiz Ibn Háyar (que Allah tenga misericordia de él) dijo:
“Lo que este reporte significa es que la base de la religión que trajeron
los profetas y mensajeros es la misma, es decir la unidad absoluta de Dios,
aun cuando los detalles menores de su legislación puedan diferir”. Fin de la
cita de Fáth al-Bari, 6/489.
Por eso, no es sorprendente descubrir que muchos de los
detalles menores sobre los actos de culto y asuntos prácticos en el Islam no
tienen paralelo en ninguna otra religión. Hay algunos actos de culto que
fueron prescriptos para los seguidores de los primeros profetas y que fueron
abrogados en el caso del Islam, y así se comprueba que Dios prescribió una
ley y un sendero claro para cada una de las naciones. Aun cuando hay un
terreno común para estas leyes, las diferencias entre ellas pueden ser
grandes.
De hecho, las normas prácticas varían de acuerdo a las
distintas etapas de la revelación de la ley islámica. La lucha armada solo
está permitida como legítima defensa, y esto no fue prescripto en el Islam
durante toda la etapa de la misión que el Profeta Muhámmad (que la paz y las
bendiciones de Allah sean con él) llevó a cabo en La Meca, sino que fue
prescripto después de que el Profeta emigrara a la ciudad de Medina, como
vemos en el verso en el cual Dios dijo (traducción del significado):
“Se les permitió combatir [a los creyentes] porque fueron
oprimidos, y en verdad, Allah tiene poder para socorrerles. Ellos fueron
expulsados injustamente de sus hogares sólo por haber dicho: ‘Nuestro Señor
es Dios’. Si Él no hubiera hecho que los creyentes vencieran a los
incrédulos, se habrían destruido monasterios, iglesias, sinagogas y
mezquitas en donde se recuerda frecuentemente el nombre de Dios. Ciertamente
Dios socorre a quien se esfuerza denodadamente por Su religión, y Dios es
Fuerte, Poderoso” (Al-Hách, 22:39-40).
Por lo tanto, no debería sorprendernos tampoco que las normas
con respecto a la defensa armada varíen entre una religión y otra.
Sin embargo, una diferencia en las legislaciones no significa
que haya diferencia entre los mensajeros y profetas. Más bien, todos ellos
entregaron su mensaje proviniendo de la misma fuente, que es la revelación
de Dios, glorificado y exaltado sea. Por lo tanto, las creencias que
enseñaron son exactamente las mismas, no cambian. Con respecto a las leyes
que regulaban la vida de los creyentes, sus actos de culto y su interacción
con otras naciones, se presentaron variaciones de acuerdo a las
circunstancias de cada época y nación.
El derecho a la defensa armada es uno de estos asuntos
legales, y no tiene nada que ver con las creencias islámicas acerca de lo
oculto, el Más Allá, el Día del Juicio, el Paraíso o el Infierno. La lucha
armada es algo que llevan a cabo las naciones y estados soberanos por
propósitos distintos, que pueden ser nobles, como la defensa del territorio
nacional, de los débiles y de los oprimidos, o por motivos mundanos y
espurios, como la conquista y la piratería.
Por consiguiente, no es sorprendente que exista una
diferencia en la forma en que la ley del Mesías, la ley de Moisés, o la ley
de Muhámmed (que la paz y las bendiciones de Allah sean con ellos), abordan
la temática de la lucha armada.
Nosotros aceptamos que en la ley del Profeta Muhámmad (que la
paz y las bendiciones de Allah sean con él) los puntos de vista sobre la
lucha armada varíen entre los eruditos y de acuerdo a las circunstancias. En
algunas circunstancias está permitida, y en otras no está permitida. Pero
ninguno de los eruditos ni sabios del Islam consideró que había alguna
confusión o contradicción con respecto a la fuente de la Revelación que le
fue enviada al Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean
con él). ¿Por qué pensaríamos que las diferencias entre las legislaciones
que les fueron enviadas a los profetas constituyen una contradicción o
indican que el fondo de su mensaje no era el mismo?
En segundo lugar, la Torá claramente afirma que a Moisés se
le ordenó luchar, y que esto era parte del cumplimiento de una promesa
mencionada en la Torá. La Torá habla abundantemente acerca de las batallas
de los israelitas, como la batalla contra los midianitas:
“Los israelitas tomaron cautivas a las mujeres y a los niños
de los midianitas, y también confiscaron sus ganados y bienes. Quemaron
todos los pueblos que los midianitas habían construido, y también sus
campos. Los despojos, como también los cautivos y los animales fueron
llevados a Moisés y a Eleazar, el sacerdote” (Números, 31:9-12; 17:25. NIV,
Nueva Versión Internacional).
Los judíos afirmaron que Dios estaba con ellos y que Él
cumpliría su promesa a ellos (Deuteronomio, 6:10-12; 20:4).
Por ello, solían consultar a Dios antes de cada batalla a
través de sus sacerdotes (Jueces, 20:26-28; I Samuel, 23:2).
Las batallas atribuidas a Moisés tenían el objetivo de servir
como castigo divino contra esos pueblos y conquistar sus tierras
(Deuteronomio, 20:14; 21:10-14).
Los judíos conocían la lucha armada por mandato divino desde
tiempos antiguos, y estaban acostumbrados a derribar ídolos y a combatir a
los idólatras, tanto a individuos como a naciones. Esto quedó claro en la
guerra con los amalequitas en los tiempos de Moisés (Éxodo, 17:14-16), y se
repitió en el tiempo de Saúl y de David (I Samuel, 14:48; 15:17-18; 30:17;
II Samuel, 8:12).
Esto fue mencionado y resaltado por el shéij Bakr Zaki en su
libro Al-Qital Mashru’íyatan wa Addaban fi al-Islam wa al-Yahudíyah wa an-Nasraníyah
(La prescripción de luchar en el Islam, el Judaísmo y el Cristianismo), pág.
269-270.
Bajo el título “¿Está prescripta la lucha armada en el
cristianismo o no?”, el autor dice:
“La autodefensa por todos los medios posibles es algo natural
en todas las criaturas, con excepción de aquellos seres humanos que no
tienen respeto por ellos mismos. La defensa propia abarca la defensa de
nuestra fe, de la dignidad, de la familia y de la propiedad privada; todos
estos son instintos naturales que llevarán a cualquier criatura a usar
cualquier medio posible para defenderlos. La defensa puede hacer que la
gente se una con este propósito, si la amenaza es contra toda una comunidad
o país, o si es contra un individuo de esa comunidad, cuando los medios
están disponibles. Estos medios incluyen los siguientes:
– Fortalecer la moral de los combatientes; este es el factor
fundamental en una batalla.
– La fuerza física, que permite el uso de diferentes armas y
equipamientos para una batalla.
– Disponibilidad de una zona para formar una base de
operaciones militares.
– La habilidad de poner en práctica tácticas y estrategias,
que no son menos importantes que otros medios mencionados arriba.
Si buscamos estos elementos en los Evangelios, encontramos lo
siguiente:… (Aquí el autor explica extensamente que ninguno de estos
elementos que permiten la defensa estuvieron al alcance del Mesías Jesús (la
paz sea con él). Luego él dijo:
“Los factores mencionados arriba no estaban disponibles para
cumplir con la prescripción de la defensa y el cumplimiento de tal
prescripción habría estado más allá de las posibilidades reales de los
creyentes en aquella época, y las leyes divinas fueron reveladas para
facilitar la vida a los creyentes, no para proponer cosas imposibles. Sin
embargo, hay dos puntos de vista entre los eruditos cristianos respecto de
la lucha armada, que son los siguientes:
1) Un punto de vista es que la lucha armada no está
prescripta en su religión. Estos eruditos citaron el siguiente texto como
evidencia:
“Has oído lo que se ha dicho “Ojo por ojo, diente por
diente”, pero yo les digo que no se resistan a una persona malvada. Si
alguien te golpea en la mejilla derecha, ofrécele la otra mejilla. Y si
alguien te asalta y te roba la camisa, ofrécele también el manto. Y si
alguien te fuerza a caminar una milla, entonces camina dos millas”. (Mateo,
5:38-41; NIV, Nueva Versión Internacional).
Puedes encontrar una discusión detallada sobre este pasaje en
el libro Al-Masihíyah wa al-Mujtama’ fi Daw’ Ta’alim al-‘Ahd al-Yadid (La
cristiandad y su sociedad a la luz de las enseñanzas del Nuevo Testamento),
pág. 23-26; y también Al-Kanz al-Yalil fi Tafsir al-Inyil (Un tesoro del
comentario sobre el Evangelio), 1/74-76.
“Bienaventurados sean los mansos de corazón, porque ellos
heredarán la Tierra. Bienaventurados sean los que hagan la paz, porque ellos
serán llamados los hijos de Dios. Bienaventurados aquellos que son
perseguidos a causa de su honradez, porque suyo es el reino de los cielos.
Bienaventurados sean cuando la gente los insulte, los persiga y los acuse de
toda clase de falsedades a causa de mí”. Mateo, 5:5-12 (NIV, Nueva Versión
Internacional).
De acuerdo a una narración del Evangelio, el Mesías Jesús
reprochó a uno de sus discípulos por usar la espada cuando él fue apresado
para ser crucificado, y le ordenó envainarla:
“Con esto, uno de los compañeros de Jesús se hizo con su
espada, la desenvainó y abatió al sirviente del gran sacerdote, cortándole
una oreja. Jesús le dijo: “Pon tu espada en su lugar, porque el que mata por
la espada morirá por la espada. ¿Piensas acaso que no puedo invocar a Dios,
y que Él no pondría a mi disposición más de 11 legiones de ángeles?”. Mateo,
26:51-54 (NIV, Nueva Versión Internacional).
2) El otro punto de vista es que la lucha armada está
prescripta en los Evangelios. Los eruditos que afirman esto citaron el
siguiente texto como evidencia:
“No crean que he venido a traer paz a la Tierra, sino espada.
Porque yo volveré a un hombre contra su padre, a la hija contra su madre, a
la hijastra contra la madrastra, y los enemigos de una persona serán los
miembros de su propia familia. Cualquiera que ame a su padre o a su madre
más que a mí no me merece, y quien ame a su hijo o a su hija más que a mí no
me merece”. Mateo, 10:34-38 (NIV, Nueva Versión Internacional).
En Lucas dice:
“Pero aquellos de mis enemigos que no quieren que reine sobre
ellos, tráelos aquí y mátalos ante mí”. Lucas, 19:27 (NIV, Nueva Versión
Internacional).
“Yo he venido a traer fuego a la Tierra y cómo quisiera que
la Tierra se encendiera. Pero tengo un bautismo que emprender y estoy
obligado a completarlo. ¿Acaso piensan que he venido a traer paz a la
Tierra? No, sino que les digo, he venido a traer división”. Lucas, 12:49-50
(NIV, Nueva Versión Internacional).
En la Biblia, el fuego se refiere a la guerra y la
resistencia, Isaías, 43:2; I Pedro, 1:7).
Hay varias referencias a la guerra (Mateo, 24:19), y la
guerra también está mencionada en términos generales (Mateo, 24:6; Marcos,
13:7).
Puesto que el Mesías Jesús no luchó, no podemos saber cuál
era su código de conducta o cuál podría haber sido en el caso de que lo
hubiera hecho.
Quien sostiene la primera opinión interpretaron los textos de
arriba diciendo que la espada en estos textos es la espada de la verdad, que
prevalecería frente a la falsedad (Al-Kanz al-Jalil, 2/265)”. Fin de la cita
de Al-Qital Mashru’íyah wa Adábuhu fi al-Islam, Al-Yahudíyah wa an-Nasraníyah,
pág. 283-292.
En resumen, es correcto afirmar que el mensaje de todos los
profetas era el mismo, porque ellos trajeron el mismo sistema de creencias y
tenían los mismos objetivos para la humanidad. Pero con respecto a las leyes
y las normas jurídicas sobre detalles menores, no son iguales sino que hay
una variación entre ellas. Esto, siempre y cuando asumamos que la lucha no
fue prescripta por Jesús (que la paz y las bendiciones de Allah sean con
él). Sin embargo, hay textos disponibles en los Evangelios e impreso en
todas las ediciones actualmente que claramente mencionan el derecho a la
defensa y el uso de la espada.
Y Allah sabe más.